Desde sus inicios a finales del siglo XIX, el cine se ha convertido en una herramienta imprescindible para el entretenimiento y el conocimiento, llegando a convertirse en uno de los pilares básicos de la sociedad tecnológica y mediática en la vivimos actualmente.
No se puede negar que el cine es un recurso que puede servir como fuente de información, de fomento y comprensión de la interculturalidad o transmisor de ideas y valores pasados, presentes o futuros. Y es gracias a esto, y avalado por las nuevas corrientes educativas, que el cine se está convirtiendo cada vez más en un instrumento pedagógico y de apoyo a la enseñanza, tanto en el marco de la educación formal como en el ámbito del ocio educativo. Los educadores e intelectuales, pasados y presentes, vieron y ven en él un eficaz recurso para el desarrollo de la educación activa de pequeños y mayores no sólo desde la perspectiva académica sino también, y fundamentalmente, en proyectos y actividades relacionadas con la animación sociocultural y la pedagogía del ocio.
De esta manera, el séptimo arte puede entenderse como una herramienta poderosamente válida para trabajar en la educación de los adultos del mañana, ya que bien utilizada ofrece grandes posibilidades y suficientes contenidos para abordar la enseñanza de diferentes materias y valores.
Posibilidades que ofrece el cine en el proceso enseñanza-aprendizaje
Según presenta Martinez-Salanova en su libro ‘El cine, otra ventana al mundo’, su utilización en el aula o en actividades de intervención socioeducativa, puede darse de dos maneras. En primer lugar, como instrumento técnico de trabajo que sirva como modelo o punto de partida para conocer diversos modos de acceder a la sociedad y describir la realidad; y, en segundo lugar, como sustento conceptual, ideológico y cultural, base necesaria para que los alumnos vayan configurando su personalidad.
- Sensibilidad
Su carácter visual, sonoro, la mezcla de situaciones y la forma de contarlas, convierten al cine en un componente de importancia para trabaja este aspecto.
- Creatividad
La variedad de imágenes, los contenidos, los diferentes estímulos provocan asociaciones de ideas, reflexiones, recuerdos y memorización de situaciones que ayudan a crear nuevas formas de pensamiento.
- Medio de expresión
El cine es el conjunto de las diferentes formas de expresión y arte que existen, por lo que se convierte en un inmejorable e inigualable medio de expresión.
El cine como recurso educativo
Las películas son un recurso que, utilizadas de forma adecuada y con el apoyo conceptual y los conocimientos del educador o la educadora, pueden aportar a los destinatarios finales del proceso educativo una serie de casi ilimitada de posibilidades de crecimiento y formación:
- Ayuda a entender la realidad
A través del cine, los destinatarios pueden conocer diferentes realidades, pasadas o presentes. Las películas de ficción como los documentales son ideales para fomentar el análisis y el pensamiento crítico de los educandos.
- Aprender otras lenguas
En este caso se estará aprovechando el recurso alfabetizador de las películas, bien sea entrenando la escucha en otra lengua, sea inglés o francés, o su lectura.
- Fomenta la creatividad
El séptimo arte es ideal para fomentar la creatividad y la capacidad analítica, ya que para realizar una hipótesis o conclusiones el cerebro va allá de la información que está recibiendo.
- Forma ciudadanos críticos
El cine favorece el conocimiento de los códigos mediáticos de la sociedad actual, por ello forma a ciudadanos críticos y analíticos de lo que dicen los medios.
- Acceso a la cultura
El cine como trasmisor de información y como herramienta para la expresión, es un excelente vehículo de acceso a la cultura. Por medio de él, podemos viajar a diferentes culturas, lugares y épocas, entre infinitas posibilidades más.
4 películas recomendadas sobre educación
- El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989)
“Y aunque ya no tengamos la fuerza que ayer movía tierra y cielo, esto que somos, somos. Un mismo temple de corazones heróicos”
Canto al “carpe diem” y al enfoque de la educación como herramienta para “pensar por uno mismo” a través de la poesía de Lord Byron, de Walt Whitman, de H.D. Thoreau, de Tennyson y de los sintetizadores de Maurice Jarre. Una de las más intensas interpretaciones de Robin Williams como profesor de literatura decidido a romper con el férreo sistema educativo establecido en una academia privada a finales de la década de los 50.
- Esta tierra es mía (Jean Renoir, 1943)
“Ahora, he de irme. No por perjudicar a la sociedad que sois vosotros, sino porque perjudico a la tiranía”
En un país indeterminado, ocupado por el ejército nazi durante la II Guerra Mundial, el apocado profesor Albert Lory (excelso Charles Laugton) recupera la dignidad perdida cuando acusado de un asesinato que jamás cometió, da un sobrecogedor discurso acerca de la libertad en el juicio al que es sometido. Extraordinario alegato para defender que sólo la educación de los jóvenes garantizará la libertad a las generaciones venideras resuelto a través de una secuencia final para el recuerdo.
- Matar un Ruiseñor (Robert Mulligan, 1962)
“No puedes comprender a una persona hasta que no hayas considerado las cosas desde su punto de vista… hasta que te hayas puesto en sus zapatos y hayas caminado con ellos”.
Durante la Gran Depresión Americana, en la población sureña de Maycomb (Alabama), un hombre negro es acusado de violar a una muchacha blanca y el abogado Atticus Finch (Gregory Peck en el papel de su vida) se encarga de su defensa, granjeándose la enemistad de todos sus conciudadanos y la admiración y respeto de sus dos hijos pequeños. Obra maestra absoluta que se aprovecha de la novela homónima de Harper Lee (ganadora del Premio Pulitzer) para articular un enorme discurso contra los prejuicios y el racismo a través de los ojos de una niña.
- Cuenta Conmigo (Rob Reiner, 1986)
“Nunca tuve amigos como los que tuve a los 12 años”.
Basada en un relato corto de Stephen King, es una película nostálgica sobre la pérdida de la inocencia, a través del viaje iniciático de cuatro amigos que van en busca de un cadáver y lo que encuentran a su regreso, es el final de su adolescencia y el principio de una vida incierta que se abre ante ellos. La canción que da título al filme (“Stand by Me, de Ben E. King) se convirtió en un clásico de forma casi instantánea.